miércoles, 12 de mayo de 2010

Un viaje a nuestra infancia

El pensamiento es lo que nos hace libres. Tengo la costumbre de viajar y vivir o revivir cosas, momentos o tiempos que amo. Vos sos una persona super memoriosa que recuerda, además de olores, sensaciones táctiles. Por eso, te invito a este viaje.

Cierro los ojos y llego a mi infancia, o sea, a nuestra casa en Colón 2426 ex 612 en Posadas. Entro con mi cuerpo de adulto como si fuera un fantasma entre nuestros fantasmas del pasado, pero ellos son los reales. Me acerco al living y hay tres niños mirando la tele y se escucha una máquina de coser. A medida que avanzo, veo a la izquierda una puerta amarilla que permite el ingreso de un sol radiante desde el patio y, por la derecha, una ventana abierta de par en par para ver si ocurre el milagro de que corra una gota de aire.

Observo el mueble de la tele y hay objetos como una bailarina de flamenco y un toro con las lanzas clavadas. Abro los cajones y en uno de ellos encuentro casettes y en otro cosas del colegio. Paso un dedo por la superficie y remuevo el polvo de Misiones que se junta, aunque se limpie a menudo. Veo la firma de nuestro hermano, que talló su apodo en la madera. Alzo la vista, y Xuxa baila y canta en portugués. Sigo el rumor de la máquina y doy la vuelta para observar a mami cosiendo con su máquina.

Doy la vuelta y decido entrar en nuestra habitación. Uh! Había olvidado que una de las baldosas estaba floja y que hacía ruido.

Al fin y al cabo, todos terminamos siendo un poco eso que fuimos. Dany, el observador de cucarachas, terminó siendo químico. Leo, el que miraba las estrellas y estudiaba y convencía hasta el más desprevenido y que nos obligaba a estudiar el alfabeto griego, docente y político, el mismo que dibujó la mesita de luz con birome y mami quiso matar y que terminó pintando cuadros. Ale, la de la valijita Juliana doctora y la que me subía a la mesa ratona para hacer emergencias en las propagandas de La familia Ingalls, médica. Yo, la que nunca supe cómo decir las cosas por mi timidez excesiva y que escribía cartas por todo, hoy, se encuentra escribiéndote una vez más porque las palabras me pueblan y me exceden. Recuerdo que cuando me fui de Posadas escribí cartas a mis compañeritas y vos me criticaste por haber copiado la misma para todas. Fui mi primera plagiadora y, a la vez que me copiaba, siempre escribía una carta distinta.

Bueno, me voy saliendo de este paseo porque el calor me está matando y los mosquitos empiezan a picarme. Fue un gusto haber viajado hasta ahí y vernos a los tres en los sillones y andar un poco en patas por casa, aunque ma se queje de que voy a ensuciar la bañadera.

Nos estamos viendo pronto.

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